Marasmo cotidiano

Posted on 9 septiembre, 2013

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Por: Pablo Idrobo

Amanecí con ganas de verte y, qué le vamos a hacer, la distancia en años luz me hace recordar que estás muerta. Te apagaste hace un millón de años.

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Detrás de la nevera están colgados los calzones de mamá. Ya le dije que eso no se hace, que gasta mucha energía, que mejor use pañal.

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Las cerraduras de ahora no permiten el espionaje. Son ciegas, sin ojo, y sólo quieren el coito con la llave.

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Un pajarito se posaba en mi ventana y dejaba el marco lleno de mierda. Descubrí que lo hacía en las noches, por lo que quise espantarlo disfrazado de gato.

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619, 606, 603 y 602. La guía de mis noches, zapeo, desde Comedy Central hasta Warner.

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Los ancestros más queridos yacen, uno junto a la otra, en el mismo huerto abandonado donde pastan mis recuerdos.

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La corona de canas que escondes bajo ese tinte anuncia, con soberbia majestad, que andas de incógnita entre los plebeyos, reina madre.

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Antes del tiempo estaba la sombra. He aquí el problema: antes de la sombra estaban el tiempo y el viento. Y ellos y nosotros.

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Metafísica y saque ardor en los ojos.

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Horas, minutos y segundos. Los segundos van de terceros pese a todo pronóstico.

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Qué tendrán las galletas de chocolate…