Tienes que quererme

Posted on 23 abril, 2012

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Por Boris Marín

Me pregunta, así como queriendo poner tema, cuáles son mis colores favoritos. Yo, que nunca he sabido resistirme a la curiosidad de una mujer bonita, le contesto que todos, menos el naranja.

Y me gustan las entrevistas de Verónica, pues no las publica en los periódicos. Además, interrumpe coquetamente para insertar sutiles comentarios propios, lo que hace que me sienta conversando.

Ella sabe que me gusta el azul oscuro porque es una tarde entera junto a Coltrane. Lo que no le he dicho es que me agrada más Sonny Rollins, no por lo que toca en su saxo, sino por las notas que se quedan esperando asomadas en la válvula de saliva.

Entonces, más lindo el marrón, que debe ser el color de las babas de Rollins y, dicho sea de paso, de mis zapatos.

Claro que no le hablo de vientos, ni de músicos blancos o negros. A ella le gustan las respuestas breves e iluminantes; cree, ingenuamente, que soy algo así como un poeta. Por eso me llama cada cierto tiempo, cuando la imaginación le vuela hasta el punto de inventar algo conmigo. Sé que me busca para conversar cuando pelea con el novio, el del perrote desgraciado, y dice que la hago reír.

Pero cómo no, si me divierto hasta la saciedad tan solo con saber que ya viene, que se bajó del colectivo y corre para no demorar tanto. Entonces llega y a mí se me vuelve la voz como una melcocha. Y los pensamientos. Si Verónica llega con ganas de preguntar, las manos me suenan a Coltrane, Dear Lord, me muero y le acaricio las mejillas con la excusa de quitarle una basurita.

Y que siga creyendo que soy poeta. Que se ría a carcajadas si le digo que la quiero para mí. Sé, con toda seguridad, que su risa es nerviosa.