De las cosas bonitas que pueden suceder en Popayán es encontrarse la sonrisa eterna de Elvio Cáceres, quien con sus chucherías a la venta se acerca, abraza, pregunta por tus cosas y recita sus poemas. En nuestro último encuentro me regaló el poema que se lee a continuación. Disfrútenlo:
Sana que sana, culito de rana
Empezó la nueva legislatura y con ella las funciones del Congreso elegido por los colombianos el pasado mes de marzo. Desde aquella fecha ya se sabía la configuración de cámara y senado, así como la aplastante mayoría de los mismos con las mismas frente a la tímida, pero valiente incursión de las listas de los Decentes, UP y Farc. Se estrena, también, el estatuto de la oposición con la declaratoria de bancadas alineadas al lado del gobierno o en la orilla contraria.
De la sesión inaugural del 20 de julio queda:
Antanas Mockus pierde la elección como presidente del senado frente a Ernesto Macías, un señor que falsificó su título de bachiller hasta que lo pudo validar y que estudió apenas unos semestres de derecho en tres universidades distintas. En lo que lleva de senador no ha participado en su primer proyecto de ley.
Jorge Robledo autoproclamándose rey y señor de la oposición, luego de su paso en falso con el apoyo al voto en blanco durante la segunda vuelta presidencial, logra empezar a servir, en palabras de algunos inconformes, como el idiota útil del uribismo en el Congreso, pues su accionar sirve de atomizador de las fuerzas de oposición. La lucidez de Robledo parece ir en picada cada vez que tiene que enfrentar el nombre de Gustavo Petro. Se le nota en el gesto y en las decisiones, lo mal que maneja las antipatías personales.
Porque hay que reconocer -así a uno no le guste-, que Petro hizo una campaña presidencial decente, aunque insuficiente, de tal suerte que su llegada al senado representa la vocería de todos aquellos que votaron por él: todos los que se oponen al proyecto uribista en cabeza de Iván Duque. Que la izquierda colombiana está en mora de abolir los cacicazgos envidiosos y tropeleros que impiden la unidad en torno a causas mucho mayores que un poquito de poder. Que la izquierda colombiana no es la única con opción de hacer la contra a un gobierno: hay otros sectores que quieren, pueden y deben incluirse en el debate. Que los liderazgos de Robledo y Petro, contrastan y pueden complementarse con los de Mockus y Navarro (este último fuera del congreso ya), en este histórico momento pues las Farc, tras larguísima guerra, por fin están sentadas en la legalidad con sus representantes listos para participar del juego democrático. Así mismo, el regreso de la Unión Patriótica que celebramos con ovación de pie.
Pero apenas comienza la cosa. Este Congreso recibe un país muy enfermo y con una deuda grandísima con las causas populares. Instaló la legislatura, por última vez, Juan Manuel Santos quien es el presidente colombiano menos peor de la historia reciente por una sola cosa: el proceso de negociación con las Farc. Y ese es el punto neurálgico porque la guerrilla parece estar cumpliendo su palabra, pero el Estado lo ha venido haciendo de manera torpe y lenta. Con el nuevo gobierno, el de Duque, será peor.
La era santista deja una deuda con los trabajadores que será aumentada con las medidas atrabiliarias anunciadas desde la campaña del nuevo presidente. Quedan pendientes los temas del campo y la soberanía de las comunidades para permitir o no la explotación minera y petrolera. El sistema de salud colombiano duele cada vez más, mientras vemos como el país sigue manejado por la misma suciedad, la misma ceguera y la misma ansia de sangre.
Tal vez lo menos cochino que hay en el Congreso de la República es el culo de Antanas Mockus.
febrero 1, 2018
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